lunes, 13 de marzo de 2023

Madre Tierra


duerme entre la luna y el sol

soñando sobre el mar y el océano

oliendo el viento que trae

el recuerdo de su perfume

viendo sus ojos en tu espejo

acariciando su sonrisa con tus labios

acariciando su cara con tus dedos

duerme entre la luna y el sol

y despierta con sus besos

miércoles, 1 de diciembre de 2021

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lunes, 23 de agosto de 2021

Donde la tierra se une con el cielo.

 


allí

donde la tierra se une

con el cielo

se reflejan las nubes

en el espejo líquido

del alma

los sueños bajan a la tierra

y la intención

sube a los cielos

Inti ilumina

todo lo perceptible

y los seres humanos

nos fundimos

en un abrazo infinito

jueves, 29 de julio de 2021

📔 EurIa. RELATO CORTO.


 Este relato pertenece al libro "María, la dama descorazonada". Puedes descargarlo pinchando en 

ESTE ENLACE DE DESCARGA


       Manolo entreabrió los ojos y el brillo del sol penetró entre sus párpados. ¡Otra vez había olvidado cerrar la persiana! Acababa de despertarse. El recuerdo timorato de un sueño ininteligible abrumaba sus pensamientos. Estaba seguro de que había cerrado la persiana la noche anterior. Tras un leve forcejeo con su pesada cabeza, logró sacar el brazo de debajo de la almohada. Deslizó su mano entre las sábanas deseando tocar la piel de Margarita. Su brazo serpenteó más de lo habitual. Manolo giró su cabeza, abrió los ojos. Estaba solo en la cama... tenía razón, había cerrado la persiana al acostarse, y Margarita la había abierto... ¿pero qué hora era? solo las ocho... ¿qué hacía Margarita levantada tan pronto un domingo?

        Manolo se levantó de un salto y fue al cuarto de baño. Estaba vacío. No había vaho en el espejo, pero un dulce perfume a rosas y jazmín se resistía a abandonar el ambiente. El corazón se le aceleró.

        —¡Margarita! —corrió hasta la cocina, pero tampoco allí la encontró.

        Decidió llamarla al móvil... en la mesilla del salón estaban; su móvil, el móvil de ella, un sobre y el anillo.

***

        La avenida Tirso de Molina estaba a rebosar de coches. El agua de la lluvia caía intensamente. Era el cumpleaños de Margarita y Manolo tenía que recoger el anillo. Salió de la joyería y el agua empapó su chaquetón de pana marrón claro, volviéndolo de un intenso color rojizo. Subió al coche, que había dejado en doble fila y se dirigió a casa.

        A las nueve pasó a recoger a Margarita y la llevó a ese restaurante... "ahí tenemos que ir alguna vez a cenar" le decía siempre que pasaban por la puerta del restorán. Cenaron entre risas nerviosas y cómplices miradas. Mientras esperaban la botella de cava, Manolo se arrodilló junto a ella, sacó el anillo del bolsillo.

        —¿Quieres casarte conmigo? —dijo al mismo tiempo que le ponía el anillo.

***

 

        Manolo se sentó en el sofá, apoyó la espalda, inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Una bola de aire le crecía impasible en su pecho. Suspiró una, dos y hasta tres veces antes de abrir los ojos. Miró el sobre, profetizando que dentro se encontraba la carta con la que Margarita ponía fin a su relación. El sobre en la mano, se resistía a abrirlo. No podía creer... o más bien no quería pensar que todo había terminado. La quería, la amaba. Abrió el sobre, sacó la carta, la respiración entrecortada. Desplegó el papel y empezó a leer con temor y aflicción.

 

        Amor mío, no sé cómo empezar esta carta. Lo primero, decirte que en principio no es una carta de despedida, pero tengo que dejarte, durante un tiempo al menos. ¡Dios mío, te quiero tanto!

 

        Se notaba claramente como el pulso le había temblado a Margarita al escribir esta frase. Manolo cerró los ojos enérgicamente y dos lágrimas se deslizaron por su tez.

 

        Eres la persona a la que más quiero. Creo que la que más he amado en mi vida. Pero no sé si estoy preparada para casarme contigo. Por eso necesito tiempo para pensar, pero sobretodo necesito que tú pienses en ello. ¿Estás dispuesto a pasar tu vida al lado de una celosa como yo?, sabes que soy capaz de cualquier cosa y, no quisiera hacerte daño. Por eso me voy, me voy por un tiempo fuera de la ciudad. Aunque lo mismo no regreso nunca. Por eso quiero que te olvides de mi mientras que no estoy a tu lado. ¡Sal con otras chicas a divertirte!

        Adiós mi vida. Tu niña que siempre te querrá.

        Margarita.

 

 

        —Al fin te has decidido a venir. Debes olvidarla ya amigo mío, esta noche vamos a emborracharnos —Paco pegó un puñetazo en la mesa y gritó al camarero—. ¡Papa, tráete dos cervezas!

        —No, verás... he venido a traerte esto              —Manolo metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó algo que puso encima de la mesa y lo deslizó hacia Paco.

        —Pero... —Paco miró de reojo a Manolo con el rostro sorprendido— estas son las entradas para el festival del próximo fin de semana.

        —Sí. Iba a ir con Marga... ya no me apetece.

        —¡Papa, tráete también dos vasos de chupitos y una botella de tequila! —Gritó Paco.

        Después de dos semanas Manolo volvió a sentirse bien. Su amigo le hizo sonreír. —Gracias.

        —¿Por qué?

        —Por ser mi colega.

        —Jaja, escúchame chaval, tú y yo vamos a ir a ese puto festival y nos vamos ha hinchar de follar.

        "El Papa" venía hacia la mesa con la bandeja en alto. La camiseta llena de lamparones le quedaba pequeña, dejaba ver su grasienta y peluda barriga. Bajó la bandeja y puso en la mesa las cervezas, la botella de tequila y los dos vasos.

        —Espero que ninguno de los dos tengáis que conducir esta noche —dijo "El Papa" riéndose exageradamente.

        —No Papa. Pero esta noche promete, aún no hemos bebido nada y Paco ya está hablando como un borracho.

        —¡Ese es mi Manolo! —Paco llenó dos vasos con tequila, brindaron y absorbieron el líquido de un trago golpeando la mesa de madera con el vaso vacío.

        En apenas veinte minutos acabaron con la botella mezclando el amargo sabor del tequila con sorbos de refrescante cerveza.

        —"Las mujedez zon to... to... todaz unaz putaz, te lo digo yo que de ezo entiendo".

        —Jijiji —rió Manolo—.

        —¿En serio piensas eso? —Dijo una chica mirando a Manolo.

        Al principio no veía nada, pero Manolo consiguió fijar la vista en la chica. Según su borrachera un ocho y medio y un buen polvo para esa noche.

        —Ho... ho... ho... hola, guapa —consiguió balbucear Manolo.

        La chica le dio un pequeño empujoncito y los dos amigos quedaron balanceándose. Ella pasó apáticamente, con la cabeza levantada delante de ellos, empujó la puerta y salió del bar.

        —"Adioz simpática" —Dijo Paco haciendo un gesto despectivo con la mano—. "Vamoz compadre, a ver ci conceguimos un tasi."

 

        Llegó el día del festival. Manolo y Paco se encontraron en el bar de "El Papa", y se dirigieron al recinto ferial, que era donde se celebraba el festival. Pasaron por la taquilla y les cambiaron las entradas por unas pulseras. Se pusieron en una de las siete colas y tras diez minutos de espera fueron cacheados por los de seguridad. A Paco le quitaron una botella de güisqui que llevaba escondida en el chaquetón. Tras este incidente entraron en el recinto. La calle que llevaba hasta la zona de conciertos estaba llena de quiosquillos. Banderas de Bob Marley, del Ché, y la de Jamaica con una hoja de marihuana en el centro, ondeaban en la mayoría de los puestos. Manolo y Paco los fueron mirando uno por uno hasta llegar a la zona de los bares. Lo que más llamó la atención a Paco fue que vendiesen semillas de marihuana. Cuando llegaron a los improvisados bares, se pidieron un litro de cerveza cada uno y se fueron a la zona de acampada, para ver si veían a alguien conocido.

        Aunque ya había anochecido, aún había gente que no había terminado de montar su tienda de acampada. A Manolo le resultó normal, ya que era raro ver a alguien que no tuviese una cerveza en la mano o un porro en la boca.

        Paco se llevó la mano derecha a sus partes.

—Tío, me estoy meando —dijo mientras intentaba no derramar la cerveza del vaso—. Vamos al servicio.

        Pasaron delante de un grupo de adolescentes, estaban sentados en corro y tres de ellos miraban con atención los ágiles movimientos de un cuarto, este pegaba golpecitos con el D.N.I. Paco entró en el servicio y Manolo se quedó fuera esperándolo, observando con curiosidad a esos chavales. Por sus rasgos Manolo dedujo que ninguno pasaba de los diecisiete. Unos ojos negros se cruzaron entre Manolo y los chicos. Le miraban de soslayo, una sonrisa burlona y (según le pareció a Manolo) lasciva apareció debajo de los paralizantes ojos. La chica se acercaba y no dejaba de mirarle. Paco salió del servicio y le dio un manotazo a Manolo en el hombro —¡Vamos a pillarnos otras birras!

        El empujón hizo que Manolo perdiese el contacto visual con la chica. Cuando buscó su mirada, esta estaba fija en Paco. —Hola machote! —esta última palabra fue pronunciada entre el asco y la burla. La chica entró en el servicio.

        —¿Quién es? —Preguntó Manolo.

        —Es la pava que nos empujó la otra noche en el bar.

        Ambos se fueron a comprar más cerveza. Manolo miró a los chavales, uno tras otro fueron inspirando la coca y expirando una bocanada de aire asfixiado.

        Empezaron los conciertos, las guitarras chispeaban, los bajos resonaban, la batería retumbaba, los cuerpos se pegaban empellones unos con otros, los pechos desnudos y sudados resbalaban contra las espaldas, los vasos de cerveza volaban por el aire, las cabezas se movían a gran velocidad y las melenas volaban al viento.

        —Paco... ¡Paco!... ¡PACO! —gritó finalmente Manolo. Paco acercó su oreja a la boca de Manolo—. Voy a mear.

        —Vale, aquí estoy yo.

        Entre empujones y manotazos Manolo consiguió salir del barullo. Buscó con la vista los servicios, pero no los encontró. Decidió que en las adelfas que había frente a él podría orinar en paz. Se bajó la cremallera y sintió una gran descompresión en su vejiga. Cerró los ojos, suspiró profundamente mientras que expulsaba la orina de su cuerpo.

        —¡Además de machista eres un puerco!

        Manolo se guardó apresuradamente el pene y se subió la cremallera. Se volvió y allí estaba. Los ojos negros, agudos y perspicaces lo miraban con descaro. La chica con los brazos cruzados. Manolo se fijó por primera vez en su pelo. Era corto, rapado al dos o al tres. Pero negro, muy negro al igual que los ojos. Manolo inconscientemente se acercó a ella. Notó fogosidad en su mirada, vio como sus pechos se hinchaban. La agarró por la nuca, acercó su cabeza y la besó. Sus lenguas se rozaron levemente y la chica separó a Manolo de su cuerpo. Después estrelló fuertemente la palma de su mano en la cara de Manolo.

        Manolo se pasaba la mano por la cara dolorida mientras miraba a la chica. Esta no se movía, parecía petrificada y miraba fijamente a Manolo. Este agarró con fuerza a la chica y la besó, la estrujó entre sus brazos, el beso se alargaba, y poco a poco fue disminuyendo la presión que los fuertes brazos de Manolo ejercían sobre la chica, y pasó de agarrarla a abrazarla. También ella rodeó con sus brazos a Manolo y le correspondió el beso, un beso eterno que les pareció corto. Se miraron. ¡Otra vez esos ojos!

        —¿Cómo te llamas?

        —Euria —dijo ella con voz tenue y entrecortada—. ¿Y tú?

        —Yo soy Manolo.

        La acarició en la mejilla y volvió a besarla, esta vez suavemente. Sus corazones latían al unísono y sus cuerpos temblaban.

        —¡Vamos! —la agarró de la mano y huyeron entre la multitud. Atravesaron la calle de los quiosquillos, superaron a los seguratas y corrieron calle abajo. Bajaron un pequeño precipicio y se tendieron con sus espaldas en la hierba. Euria se echó encima de Manolo, le besó y se desnudaron salvajemente. Dieron volteretas y más volteretas por la hierba, mientras se besaban y reían. Sus cuerpos desnudos se rozaban y llenaban de sensaciones. Cuando por fin se apaciguaron, dieron paso al deseo e hicieron el amor bajo el cielo estrellado.

        No habían hablado desde que Euria lo había visto orinando. A Manolo no se le ocurrió otra cosa que contarle... le contó lo de su novia Margarita.

        Seguían desnudos sobre la hierba y Euria tenía la cabeza apoyada en el pecho de Manolo.

        —... y ya no he vuelto a saber más de ella.

        —Vente conmigo.

        Esta petición sorprendió a Manolo que no supo cómo reaccionar.

        —¿A dónde? —Preguntó Manolo tímidamente.

        —Al mundo Manolo, al mundo —La chica comenzó a vestirse.

        Euria sonrió. —No te enteras de nada —sacó una flauta de su mochila y empezó a tocarla.

        Con la dulce melodía Manolo salió de su sueño y vio a Euria tal y como era. La imaginó de parada en parada, de ciudad en ciudad, de estación en estación, de parque en parque tocando su flauta.

        —Yo...

        —Manolo, lo que nos ha pasado no ocurre muy habitualmente —Euria guardó la flauta en su mochila y se calzó las botas—. Yo me voy mañana a las diez. Piénsatelo, si no estás en la estación me iré sin ti.

        Se marchó dejando a Manolo desnudo sobre la hierba y sumido en sus pensamientos. Al rato se levantó dispuesto a marcharse con Euria, ¿qué más daba a dónde?, ya no había nada que lo atase a aquella ciudad, no sin Margarita. Se vistió y se fue a casa a hacer el equipaje.

        Mientras subía en el ascensor le llegó un mensaje al móvil. "Mnl, dnd ts mito?"

        Entró en casa y cerró la puerta. Iba a contestarle a Paco, el corazón le dio un vuelco y el móvil se le cayó al suelo. Margarita estaba sentada en el sofá, jugueteando con el anillo. El anillo que no se había movido de la mesa, no se había movido de donde ella lo dejó hacía ya casi tres semanas.

 

        El sol brillaba sobre la estación. Euria llevaba media hora esperando en el andén y Manolo no había aparecido aún. Por los altavoces dieron el aviso para que subiesen al tren. A Euria le dolía el pecho. Entró la última en el tren y las puertas del vagón se cerraron tras ella. El tren se puso en marcha y Euria se sentó junto a la ventana. El sol le pegó en la cara y las lágrimas no aguantaron más en sus ojos.

miércoles, 28 de julio de 2021

Haiku olvidado polvo de hadas. Extracto y AUDIOLIBRO 🎧




Lágrimas jóvenes

la vida es sufrir

gira la cabeza al viento


Cuando ella pasa todo se detiene

mientras que pasa todo se mueve

antes de que pase... nadie lo sabe


Saber de nada

¿de nada?

gracias


Tinieblas, oscuridad

nubes, relámpagos

amargo divorcio


Tu ombligo

tu sudor

más abajo


Su nombre en mi espejo

rojo carmín

noche de sexo


Estos poemas forman parte del libro "Haiku olvidado polvo de hadas" 

De descarga libre en PDF