Manolo
entreabri贸 los ojos y el brillo del sol penetr贸 entre sus p谩rpados. ¡Otra vez
hab铆a olvidado cerrar la persiana! Acababa de despertarse. El recuerdo timorato
de un sue帽o ininteligible abrumaba sus pensamientos. Estaba seguro de que hab铆a
cerrado la persiana la noche anterior. Tras un leve forcejeo con su pesada
cabeza, logr贸 sacar el brazo de debajo de la almohada. Desliz贸 su mano entre
las s谩banas deseando tocar la piel de Margarita. Su brazo serpente贸 m谩s de lo
habitual. Manolo gir贸 su cabeza, abri贸 los ojos. Estaba solo en la cama...
ten铆a raz贸n, hab铆a cerrado la persiana al acostarse, y Margarita la hab铆a
abierto... ¿pero qu茅 hora era? solo las ocho... ¿qu茅 hac铆a Margarita levantada
tan pronto un domingo?
Manolo se levant贸 de un salto y fue al
cuarto de ba帽o. Estaba vac铆o. No hab铆a vaho en el espejo, pero un dulce perfume
a rosas y jazm铆n se resist铆a a abandonar el ambiente. El coraz贸n se le aceler贸.
—¡Margarita! —corri贸 hasta la cocina,
pero tampoco all铆 la encontr贸.
Decidi贸 llamarla al m贸vil... en la
mesilla del sal贸n estaban; su m贸vil, el m贸vil de ella, un sobre y el anillo.
***
La avenida Tirso de Molina estaba a
rebosar de coches. El agua de la lluvia ca铆a intensamente. Era el cumplea帽os de
Margarita y Manolo ten铆a que recoger el anillo. Sali贸 de la joyer铆a y el agua
empap贸 su chaquet贸n de pana marr贸n claro, volvi茅ndolo de un intenso color
rojizo. Subi贸 al coche, que hab铆a dejado en doble fila y se dirigi贸 a casa.
A las nueve pas贸 a recoger a Margarita y
la llev贸 a ese restaurante... "ah铆 tenemos que ir alguna vez a cenar"
le dec铆a siempre que pasaban por la puerta del restor谩n. Cenaron entre risas
nerviosas y c贸mplices miradas. Mientras esperaban la botella de cava, Manolo se
arrodill贸 junto a ella, sac贸 el anillo del bolsillo.
—¿Quieres casarte conmigo? —dijo al
mismo tiempo que le pon铆a el anillo.
***
Manolo se sent贸 en el sof谩, apoy贸 la
espalda, inclin贸 la cabeza hacia atr谩s y cerr贸 los ojos. Una bola de aire le
crec铆a impasible en su pecho. Suspir贸 una, dos y hasta tres veces antes de
abrir los ojos. Mir贸 el sobre, profetizando que dentro se encontraba la carta
con la que Margarita pon铆a fin a su relaci贸n. El sobre en la mano, se resist铆a
a abrirlo. No pod铆a creer... o m谩s bien no quer铆a pensar que todo hab铆a
terminado. La quer铆a, la amaba. Abri贸 el sobre, sac贸 la carta, la respiraci贸n
entrecortada. Despleg贸 el papel y empez贸 a leer con temor y aflicci贸n.
Amor
m铆o, no s茅 c贸mo empezar esta carta. Lo primero, decirte que en principio no es
una carta de despedida, pero tengo que dejarte, durante un tiempo al menos.
¡Dios m铆o, te quiero tanto!
Se notaba claramente como el pulso le
hab铆a temblado a Margarita al escribir esta frase. Manolo cerr贸 los ojos
en茅rgicamente y dos l谩grimas se deslizaron por su tez.
Eres
la persona a la que m谩s quiero. Creo que la que m谩s he amado en mi vida. Pero
no s茅 si estoy preparada para casarme contigo. Por eso necesito tiempo para
pensar, pero sobretodo necesito que t煤 pienses en ello. ¿Est谩s dispuesto a
pasar tu vida al lado de una celosa como yo?, sabes que soy capaz de cualquier
cosa y, no quisiera hacerte da帽o. Por eso me voy, me voy por un tiempo fuera de
la ciudad. Aunque lo mismo no regreso nunca. Por eso quiero que te olvides de
mi mientras que no estoy a tu lado. ¡Sal con otras chicas a divertirte!
Adi贸s
mi vida. Tu ni帽a que siempre te querr谩.
Margarita.
—Al fin te has decidido a venir. Debes
olvidarla ya amigo m铆o, esta noche vamos a emborracharnos —Paco peg贸 un
pu帽etazo en la mesa y grit贸 al camarero—. ¡Papa, tr谩ete dos cervezas!
—No, ver谩s... he venido a traerte esto —Manolo meti贸 la mano en el
bolsillo de su chaqueta y sac贸 algo que puso encima de la mesa y lo desliz贸
hacia Paco.
—Pero... —Paco mir贸 de reojo a Manolo
con el rostro sorprendido— estas son las entradas para el festival del pr贸ximo
fin de semana.
—S铆. Iba a ir con Marga... ya no me
apetece.
—¡Papa, tr谩ete tambi茅n dos vasos de
chupitos y una botella de tequila! —Grit贸 Paco.
Despu茅s de dos semanas Manolo volvi贸 a
sentirse bien. Su amigo le hizo sonre铆r. —Gracias.
—¿Por qu茅?
—Por ser mi colega.
—Jaja, esc煤chame chaval, t煤 y yo vamos a
ir a ese puto festival y nos vamos ha hinchar de follar.
"El Papa" ven铆a hacia la mesa
con la bandeja en alto. La camiseta llena de lamparones le quedaba peque帽a,
dejaba ver su grasienta y peluda barriga. Baj贸 la bandeja y puso en la mesa las
cervezas, la botella de tequila y los dos vasos.
—Espero que ninguno de los dos teng谩is
que conducir esta noche —dijo "El Papa" ri茅ndose exageradamente.
—No Papa. Pero esta noche promete, a煤n
no hemos bebido nada y Paco ya est谩 hablando como un borracho.
—¡Ese es mi Manolo! —Paco llen贸 dos
vasos con tequila, brindaron y absorbieron el l铆quido de un trago golpeando la
mesa de madera con el vaso vac铆o.
En apenas veinte minutos acabaron con la
botella mezclando el amargo sabor del tequila con sorbos de refrescante
cerveza.
—"Las mujedez zon to... to... todaz
unaz putaz, te lo digo yo que de ezo entiendo".
—Jijiji —ri贸 Manolo—.
—¿En serio piensas eso? —Dijo una chica
mirando a Manolo.
Al principio no ve铆a nada, pero Manolo
consigui贸 fijar la vista en la chica. Seg煤n su borrachera un ocho y medio y un
buen polvo para esa noche.
—Ho... ho... ho... hola, guapa
—consigui贸 balbucear Manolo.
La chica le dio un peque帽o empujoncito y
los dos amigos quedaron balance谩ndose. Ella pas贸 ap谩ticamente, con la cabeza
levantada delante de ellos, empuj贸 la puerta y sali贸 del bar.
—"Adioz simp谩tica" —Dijo Paco
haciendo un gesto despectivo con la mano—. "Vamoz compadre, a ver ci
conceguimos un tasi."
Lleg贸 el d铆a del festival. Manolo y Paco
se encontraron en el bar de "El Papa", y se dirigieron al recinto
ferial, que era donde se celebraba el festival. Pasaron por la taquilla y les
cambiaron las entradas por unas pulseras. Se pusieron en una de las siete colas
y tras diez minutos de espera fueron cacheados por los de seguridad. A Paco le
quitaron una botella de g眉isqui que llevaba escondida en el chaquet贸n. Tras este
incidente entraron en el recinto. La calle que llevaba hasta la zona de
conciertos estaba llena de quiosquillos. Banderas de Bob Marley, del Ch茅, y la
de Jamaica con una hoja de marihuana en el centro, ondeaban en la mayor铆a de
los puestos. Manolo y Paco los fueron mirando uno por uno hasta llegar a la
zona de los bares. Lo que m谩s llam贸 la atenci贸n a Paco fue que vendiesen
semillas de marihuana. Cuando llegaron a los improvisados bares, se pidieron un
litro de cerveza cada uno y se fueron a la zona de acampada, para ver si ve铆an
a alguien conocido.
Aunque ya hab铆a anochecido, a煤n hab铆a
gente que no hab铆a terminado de montar su tienda de acampada. A Manolo le
result贸 normal, ya que era raro ver a alguien que no tuviese una cerveza en la
mano o un porro en la boca.
Paco se llev贸 la mano derecha a sus
partes.
—T铆o,
me estoy meando —dijo mientras intentaba no derramar la cerveza del vaso—.
Vamos al servicio.
Pasaron delante de un grupo de
adolescentes, estaban sentados en corro y tres de ellos miraban con atenci贸n
los 谩giles movimientos de un cuarto, este pegaba golpecitos con el D.N.I. Paco
entr贸 en el servicio y Manolo se qued贸 fuera esper谩ndolo, observando con
curiosidad a esos chavales. Por sus rasgos Manolo dedujo que ninguno pasaba de
los diecisiete. Unos ojos negros se cruzaron entre Manolo y los chicos. Le
miraban de soslayo, una sonrisa burlona y (seg煤n le pareci贸 a Manolo) lasciva
apareci贸 debajo de los paralizantes ojos. La chica se acercaba y no dejaba de
mirarle. Paco sali贸 del servicio y le dio un manotazo a Manolo en el hombro
—¡Vamos a pillarnos otras birras!
El empuj贸n hizo que Manolo perdiese el
contacto visual con la chica. Cuando busc贸 su mirada, esta estaba fija en Paco.
—Hola machote! —esta 煤ltima palabra
fue pronunciada entre el asco y la burla. La chica entr贸 en el servicio.
—¿Qui茅n es? —Pregunt贸 Manolo.
—Es la pava que nos empuj贸 la otra noche
en el bar.
Ambos se fueron a comprar m谩s cerveza.
Manolo mir贸 a los chavales, uno tras otro fueron inspirando la coca y expirando
una bocanada de aire asfixiado.
Empezaron los conciertos, las guitarras
chispeaban, los bajos resonaban, la bater铆a retumbaba, los cuerpos se pegaban
empellones unos con otros, los pechos desnudos y sudados resbalaban contra las
espaldas, los vasos de cerveza volaban por el aire, las cabezas se mov铆an a
gran velocidad y las melenas volaban al viento.
—Paco... ¡Paco!... ¡PACO! —grit贸
finalmente Manolo. Paco acerc贸 su oreja a la boca de Manolo—. Voy a mear.
—Vale, aqu铆 estoy yo.
Entre empujones y manotazos Manolo consigui贸
salir del barullo. Busc贸 con la vista los servicios, pero no los encontr贸.
Decidi贸 que en las adelfas que hab铆a frente a 茅l podr铆a orinar en paz. Se baj贸
la cremallera y sinti贸 una gran descompresi贸n en su vejiga. Cerr贸 los ojos,
suspir贸 profundamente mientras que expulsaba la orina de su cuerpo.
—¡Adem谩s de machista eres un puerco!
Manolo se guard贸 apresuradamente el pene
y se subi贸 la cremallera. Se volvi贸 y all铆 estaba. Los ojos negros, agudos y
perspicaces lo miraban con descaro. La chica con los brazos cruzados. Manolo se
fij贸 por primera vez en su pelo. Era corto, rapado al dos o al tres. Pero
negro, muy negro al igual que los ojos. Manolo inconscientemente se acerc贸 a
ella. Not贸 fogosidad en su mirada, vio como sus pechos se hinchaban. La agarr贸
por la nuca, acerc贸 su cabeza y la bes贸. Sus lenguas se rozaron levemente y la
chica separ贸 a Manolo de su cuerpo. Despu茅s estrell贸 fuertemente la palma de su
mano en la cara de Manolo.
Manolo se pasaba la mano por la cara
dolorida mientras miraba a la chica. Esta no se mov铆a, parec铆a petrificada y
miraba fijamente a Manolo. Este agarr贸 con fuerza a la chica y la bes贸, la
estruj贸 entre sus brazos, el beso se alargaba, y poco a poco fue disminuyendo
la presi贸n que los fuertes brazos de Manolo ejerc铆an sobre la chica, y pas贸 de
agarrarla a abrazarla. Tambi茅n ella rode贸 con sus brazos a Manolo y le
correspondi贸 el beso, un beso eterno que les pareci贸 corto. Se miraron. ¡Otra
vez esos ojos!
—¿C贸mo te llamas?
—Euria —dijo ella con voz tenue y
entrecortada—. ¿Y t煤?
—Yo soy Manolo.
La acarici贸 en la mejilla y volvi贸 a
besarla, esta vez suavemente. Sus corazones lat铆an al un铆sono y sus cuerpos
temblaban.
—¡Vamos! —la agarr贸 de la mano y huyeron
entre la multitud. Atravesaron la calle de los quiosquillos, superaron a los
seguratas y corrieron calle abajo. Bajaron un peque帽o precipicio y se tendieron
con sus espaldas en la hierba. Euria se ech贸 encima de Manolo, le bes贸 y se
desnudaron salvajemente. Dieron volteretas y m谩s volteretas por la hierba,
mientras se besaban y re铆an. Sus cuerpos desnudos se rozaban y llenaban de
sensaciones. Cuando por fin se apaciguaron, dieron paso al deseo e hicieron el
amor bajo el cielo estrellado.
No hab铆an hablado desde que Euria lo
hab铆a visto orinando. A Manolo no se le ocurri贸 otra cosa que contarle... le
cont贸 lo de su novia Margarita.
Segu铆an desnudos sobre la hierba y Euria
ten铆a la cabeza apoyada en el pecho de Manolo.
—... y ya no he vuelto a saber m谩s de
ella.
—Vente conmigo.
Esta petici贸n sorprendi贸 a Manolo que no
supo c贸mo reaccionar.
—¿A d贸nde? —Pregunt贸 Manolo t铆midamente.
—Al mundo Manolo, al mundo —La chica
comenz贸 a vestirse.
Euria sonri贸. —No te enteras de nada
—sac贸 una flauta de su mochila y empez贸 a tocarla.
Con la dulce melod铆a Manolo sali贸 de su
sue帽o y vio a Euria tal y como era. La imagin贸 de parada en parada, de ciudad
en ciudad, de estaci贸n en estaci贸n, de parque en parque tocando su flauta.
—Yo...
—Manolo, lo que nos ha pasado no ocurre
muy habitualmente —Euria guard贸 la flauta en su mochila y se calz贸 las botas—.
Yo me voy ma帽ana a las diez. Pi茅nsatelo, si no est谩s en la estaci贸n me ir茅 sin
ti.
Se march贸 dejando a Manolo desnudo sobre
la hierba y sumido en sus pensamientos. Al rato se levant贸 dispuesto a
marcharse con Euria, ¿qu茅 m谩s daba a d贸nde?, ya no hab铆a nada que lo atase a
aquella ciudad, no sin Margarita. Se visti贸 y se fue a casa a hacer el
equipaje.
Mientras sub铆a en el ascensor le lleg贸
un mensaje al m贸vil. "Mnl, dnd ts mito?"
Entr贸 en casa y cerr贸 la puerta. Iba a
contestarle a Paco, el coraz贸n le dio un vuelco y el m贸vil se le cay贸 al suelo.
Margarita estaba sentada en el sof谩, jugueteando con el anillo. El anillo que
no se hab铆a movido de la mesa, no se hab铆a movido de donde ella lo dej贸 hac铆a
ya casi tres semanas.
El sol brillaba sobre la estaci贸n. Euria
llevaba media hora esperando en el and茅n y Manolo no hab铆a aparecido a煤n. Por
los altavoces dieron el aviso para que subiesen al tren. A Euria le dol铆a el
pecho. Entr贸 la 煤ltima en el tren y las puertas del vag贸n se cerraron tras
ella. El tren se puso en marcha y Euria se sent贸 junto a la ventana. El sol le
peg贸 en la cara y las l谩grimas no aguantaron m谩s en sus ojos.
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