jueves, 29 de julio de 2021

馃摂 EurIa. RELATO CORTO.


 Este relato pertenece al libro "Mar铆a, la dama descorazonada". Puedes descargarlo pinchando en 

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       Manolo entreabri贸 los ojos y el brillo del sol penetr贸 entre sus p谩rpados. ¡Otra vez hab铆a olvidado cerrar la persiana! Acababa de despertarse. El recuerdo timorato de un sue帽o ininteligible abrumaba sus pensamientos. Estaba seguro de que hab铆a cerrado la persiana la noche anterior. Tras un leve forcejeo con su pesada cabeza, logr贸 sacar el brazo de debajo de la almohada. Desliz贸 su mano entre las s谩banas deseando tocar la piel de Margarita. Su brazo serpente贸 m谩s de lo habitual. Manolo gir贸 su cabeza, abri贸 los ojos. Estaba solo en la cama... ten铆a raz贸n, hab铆a cerrado la persiana al acostarse, y Margarita la hab铆a abierto... ¿pero qu茅 hora era? solo las ocho... ¿qu茅 hac铆a Margarita levantada tan pronto un domingo?

        Manolo se levant贸 de un salto y fue al cuarto de ba帽o. Estaba vac铆o. No hab铆a vaho en el espejo, pero un dulce perfume a rosas y jazm铆n se resist铆a a abandonar el ambiente. El coraz贸n se le aceler贸.

        —¡Margarita! —corri贸 hasta la cocina, pero tampoco all铆 la encontr贸.

        Decidi贸 llamarla al m贸vil... en la mesilla del sal贸n estaban; su m贸vil, el m贸vil de ella, un sobre y el anillo.

***

        La avenida Tirso de Molina estaba a rebosar de coches. El agua de la lluvia ca铆a intensamente. Era el cumplea帽os de Margarita y Manolo ten铆a que recoger el anillo. Sali贸 de la joyer铆a y el agua empap贸 su chaquet贸n de pana marr贸n claro, volvi茅ndolo de un intenso color rojizo. Subi贸 al coche, que hab铆a dejado en doble fila y se dirigi贸 a casa.

        A las nueve pas贸 a recoger a Margarita y la llev贸 a ese restaurante... "ah铆 tenemos que ir alguna vez a cenar" le dec铆a siempre que pasaban por la puerta del restor谩n. Cenaron entre risas nerviosas y c贸mplices miradas. Mientras esperaban la botella de cava, Manolo se arrodill贸 junto a ella, sac贸 el anillo del bolsillo.

        —¿Quieres casarte conmigo? —dijo al mismo tiempo que le pon铆a el anillo.

***

 

        Manolo se sent贸 en el sof谩, apoy贸 la espalda, inclin贸 la cabeza hacia atr谩s y cerr贸 los ojos. Una bola de aire le crec铆a impasible en su pecho. Suspir贸 una, dos y hasta tres veces antes de abrir los ojos. Mir贸 el sobre, profetizando que dentro se encontraba la carta con la que Margarita pon铆a fin a su relaci贸n. El sobre en la mano, se resist铆a a abrirlo. No pod铆a creer... o m谩s bien no quer铆a pensar que todo hab铆a terminado. La quer铆a, la amaba. Abri贸 el sobre, sac贸 la carta, la respiraci贸n entrecortada. Despleg贸 el papel y empez贸 a leer con temor y aflicci贸n.

 

        Amor m铆o, no s茅 c贸mo empezar esta carta. Lo primero, decirte que en principio no es una carta de despedida, pero tengo que dejarte, durante un tiempo al menos. ¡Dios m铆o, te quiero tanto!

 

        Se notaba claramente como el pulso le hab铆a temblado a Margarita al escribir esta frase. Manolo cerr贸 los ojos en茅rgicamente y dos l谩grimas se deslizaron por su tez.

 

        Eres la persona a la que m谩s quiero. Creo que la que m谩s he amado en mi vida. Pero no s茅 si estoy preparada para casarme contigo. Por eso necesito tiempo para pensar, pero sobretodo necesito que t煤 pienses en ello. ¿Est谩s dispuesto a pasar tu vida al lado de una celosa como yo?, sabes que soy capaz de cualquier cosa y, no quisiera hacerte da帽o. Por eso me voy, me voy por un tiempo fuera de la ciudad. Aunque lo mismo no regreso nunca. Por eso quiero que te olvides de mi mientras que no estoy a tu lado. ¡Sal con otras chicas a divertirte!

        Adi贸s mi vida. Tu ni帽a que siempre te querr谩.

        Margarita.

 

 

        —Al fin te has decidido a venir. Debes olvidarla ya amigo m铆o, esta noche vamos a emborracharnos —Paco peg贸 un pu帽etazo en la mesa y grit贸 al camarero—. ¡Papa, tr谩ete dos cervezas!

        —No, ver谩s... he venido a traerte esto              —Manolo meti贸 la mano en el bolsillo de su chaqueta y sac贸 algo que puso encima de la mesa y lo desliz贸 hacia Paco.

        —Pero... —Paco mir贸 de reojo a Manolo con el rostro sorprendido— estas son las entradas para el festival del pr贸ximo fin de semana.

        —S铆. Iba a ir con Marga... ya no me apetece.

        —¡Papa, tr谩ete tambi茅n dos vasos de chupitos y una botella de tequila! —Grit贸 Paco.

        Despu茅s de dos semanas Manolo volvi贸 a sentirse bien. Su amigo le hizo sonre铆r. —Gracias.

        —¿Por qu茅?

        —Por ser mi colega.

        —Jaja, esc煤chame chaval, t煤 y yo vamos a ir a ese puto festival y nos vamos ha hinchar de follar.

        "El Papa" ven铆a hacia la mesa con la bandeja en alto. La camiseta llena de lamparones le quedaba peque帽a, dejaba ver su grasienta y peluda barriga. Baj贸 la bandeja y puso en la mesa las cervezas, la botella de tequila y los dos vasos.

        —Espero que ninguno de los dos teng谩is que conducir esta noche —dijo "El Papa" ri茅ndose exageradamente.

        —No Papa. Pero esta noche promete, a煤n no hemos bebido nada y Paco ya est谩 hablando como un borracho.

        —¡Ese es mi Manolo! —Paco llen贸 dos vasos con tequila, brindaron y absorbieron el l铆quido de un trago golpeando la mesa de madera con el vaso vac铆o.

        En apenas veinte minutos acabaron con la botella mezclando el amargo sabor del tequila con sorbos de refrescante cerveza.

        —"Las mujedez zon to... to... todaz unaz putaz, te lo digo yo que de ezo entiendo".

        —Jijiji —ri贸 Manolo—.

        —¿En serio piensas eso? —Dijo una chica mirando a Manolo.

        Al principio no ve铆a nada, pero Manolo consigui贸 fijar la vista en la chica. Seg煤n su borrachera un ocho y medio y un buen polvo para esa noche.

        —Ho... ho... ho... hola, guapa —consigui贸 balbucear Manolo.

        La chica le dio un peque帽o empujoncito y los dos amigos quedaron balance谩ndose. Ella pas贸 ap谩ticamente, con la cabeza levantada delante de ellos, empuj贸 la puerta y sali贸 del bar.

        —"Adioz simp谩tica" —Dijo Paco haciendo un gesto despectivo con la mano—. "Vamoz compadre, a ver ci conceguimos un tasi."

 

        Lleg贸 el d铆a del festival. Manolo y Paco se encontraron en el bar de "El Papa", y se dirigieron al recinto ferial, que era donde se celebraba el festival. Pasaron por la taquilla y les cambiaron las entradas por unas pulseras. Se pusieron en una de las siete colas y tras diez minutos de espera fueron cacheados por los de seguridad. A Paco le quitaron una botella de g眉isqui que llevaba escondida en el chaquet贸n. Tras este incidente entraron en el recinto. La calle que llevaba hasta la zona de conciertos estaba llena de quiosquillos. Banderas de Bob Marley, del Ch茅, y la de Jamaica con una hoja de marihuana en el centro, ondeaban en la mayor铆a de los puestos. Manolo y Paco los fueron mirando uno por uno hasta llegar a la zona de los bares. Lo que m谩s llam贸 la atenci贸n a Paco fue que vendiesen semillas de marihuana. Cuando llegaron a los improvisados bares, se pidieron un litro de cerveza cada uno y se fueron a la zona de acampada, para ver si ve铆an a alguien conocido.

        Aunque ya hab铆a anochecido, a煤n hab铆a gente que no hab铆a terminado de montar su tienda de acampada. A Manolo le result贸 normal, ya que era raro ver a alguien que no tuviese una cerveza en la mano o un porro en la boca.

        Paco se llev贸 la mano derecha a sus partes.

—T铆o, me estoy meando —dijo mientras intentaba no derramar la cerveza del vaso—. Vamos al servicio.

        Pasaron delante de un grupo de adolescentes, estaban sentados en corro y tres de ellos miraban con atenci贸n los 谩giles movimientos de un cuarto, este pegaba golpecitos con el D.N.I. Paco entr贸 en el servicio y Manolo se qued贸 fuera esper谩ndolo, observando con curiosidad a esos chavales. Por sus rasgos Manolo dedujo que ninguno pasaba de los diecisiete. Unos ojos negros se cruzaron entre Manolo y los chicos. Le miraban de soslayo, una sonrisa burlona y (seg煤n le pareci贸 a Manolo) lasciva apareci贸 debajo de los paralizantes ojos. La chica se acercaba y no dejaba de mirarle. Paco sali贸 del servicio y le dio un manotazo a Manolo en el hombro —¡Vamos a pillarnos otras birras!

        El empuj贸n hizo que Manolo perdiese el contacto visual con la chica. Cuando busc贸 su mirada, esta estaba fija en Paco. —Hola machote! —esta 煤ltima palabra fue pronunciada entre el asco y la burla. La chica entr贸 en el servicio.

        —¿Qui茅n es? —Pregunt贸 Manolo.

        —Es la pava que nos empuj贸 la otra noche en el bar.

        Ambos se fueron a comprar m谩s cerveza. Manolo mir贸 a los chavales, uno tras otro fueron inspirando la coca y expirando una bocanada de aire asfixiado.

        Empezaron los conciertos, las guitarras chispeaban, los bajos resonaban, la bater铆a retumbaba, los cuerpos se pegaban empellones unos con otros, los pechos desnudos y sudados resbalaban contra las espaldas, los vasos de cerveza volaban por el aire, las cabezas se mov铆an a gran velocidad y las melenas volaban al viento.

        —Paco... ¡Paco!... ¡PACO! —grit贸 finalmente Manolo. Paco acerc贸 su oreja a la boca de Manolo—. Voy a mear.

        —Vale, aqu铆 estoy yo.

        Entre empujones y manotazos Manolo consigui贸 salir del barullo. Busc贸 con la vista los servicios, pero no los encontr贸. Decidi贸 que en las adelfas que hab铆a frente a 茅l podr铆a orinar en paz. Se baj贸 la cremallera y sinti贸 una gran descompresi贸n en su vejiga. Cerr贸 los ojos, suspir贸 profundamente mientras que expulsaba la orina de su cuerpo.

        —¡Adem谩s de machista eres un puerco!

        Manolo se guard贸 apresuradamente el pene y se subi贸 la cremallera. Se volvi贸 y all铆 estaba. Los ojos negros, agudos y perspicaces lo miraban con descaro. La chica con los brazos cruzados. Manolo se fij贸 por primera vez en su pelo. Era corto, rapado al dos o al tres. Pero negro, muy negro al igual que los ojos. Manolo inconscientemente se acerc贸 a ella. Not贸 fogosidad en su mirada, vio como sus pechos se hinchaban. La agarr贸 por la nuca, acerc贸 su cabeza y la bes贸. Sus lenguas se rozaron levemente y la chica separ贸 a Manolo de su cuerpo. Despu茅s estrell贸 fuertemente la palma de su mano en la cara de Manolo.

        Manolo se pasaba la mano por la cara dolorida mientras miraba a la chica. Esta no se mov铆a, parec铆a petrificada y miraba fijamente a Manolo. Este agarr贸 con fuerza a la chica y la bes贸, la estruj贸 entre sus brazos, el beso se alargaba, y poco a poco fue disminuyendo la presi贸n que los fuertes brazos de Manolo ejerc铆an sobre la chica, y pas贸 de agarrarla a abrazarla. Tambi茅n ella rode贸 con sus brazos a Manolo y le correspondi贸 el beso, un beso eterno que les pareci贸 corto. Se miraron. ¡Otra vez esos ojos!

        —¿C贸mo te llamas?

        —Euria —dijo ella con voz tenue y entrecortada—. ¿Y t煤?

        —Yo soy Manolo.

        La acarici贸 en la mejilla y volvi贸 a besarla, esta vez suavemente. Sus corazones lat铆an al un铆sono y sus cuerpos temblaban.

        —¡Vamos! —la agarr贸 de la mano y huyeron entre la multitud. Atravesaron la calle de los quiosquillos, superaron a los seguratas y corrieron calle abajo. Bajaron un peque帽o precipicio y se tendieron con sus espaldas en la hierba. Euria se ech贸 encima de Manolo, le bes贸 y se desnudaron salvajemente. Dieron volteretas y m谩s volteretas por la hierba, mientras se besaban y re铆an. Sus cuerpos desnudos se rozaban y llenaban de sensaciones. Cuando por fin se apaciguaron, dieron paso al deseo e hicieron el amor bajo el cielo estrellado.

        No hab铆an hablado desde que Euria lo hab铆a visto orinando. A Manolo no se le ocurri贸 otra cosa que contarle... le cont贸 lo de su novia Margarita.

        Segu铆an desnudos sobre la hierba y Euria ten铆a la cabeza apoyada en el pecho de Manolo.

        —... y ya no he vuelto a saber m谩s de ella.

        —Vente conmigo.

        Esta petici贸n sorprendi贸 a Manolo que no supo c贸mo reaccionar.

        —¿A d贸nde? —Pregunt贸 Manolo t铆midamente.

        —Al mundo Manolo, al mundo —La chica comenz贸 a vestirse.

        Euria sonri贸. —No te enteras de nada —sac贸 una flauta de su mochila y empez贸 a tocarla.

        Con la dulce melod铆a Manolo sali贸 de su sue帽o y vio a Euria tal y como era. La imagin贸 de parada en parada, de ciudad en ciudad, de estaci贸n en estaci贸n, de parque en parque tocando su flauta.

        —Yo...

        —Manolo, lo que nos ha pasado no ocurre muy habitualmente —Euria guard贸 la flauta en su mochila y se calz贸 las botas—. Yo me voy ma帽ana a las diez. Pi茅nsatelo, si no est谩s en la estaci贸n me ir茅 sin ti.

        Se march贸 dejando a Manolo desnudo sobre la hierba y sumido en sus pensamientos. Al rato se levant贸 dispuesto a marcharse con Euria, ¿qu茅 m谩s daba a d贸nde?, ya no hab铆a nada que lo atase a aquella ciudad, no sin Margarita. Se visti贸 y se fue a casa a hacer el equipaje.

        Mientras sub铆a en el ascensor le lleg贸 un mensaje al m贸vil. "Mnl, dnd ts mito?"

        Entr贸 en casa y cerr贸 la puerta. Iba a contestarle a Paco, el coraz贸n le dio un vuelco y el m贸vil se le cay贸 al suelo. Margarita estaba sentada en el sof谩, jugueteando con el anillo. El anillo que no se hab铆a movido de la mesa, no se hab铆a movido de donde ella lo dej贸 hac铆a ya casi tres semanas.

 

        El sol brillaba sobre la estaci贸n. Euria llevaba media hora esperando en el and茅n y Manolo no hab铆a aparecido a煤n. Por los altavoces dieron el aviso para que subiesen al tren. A Euria le dol铆a el pecho. Entr贸 la 煤ltima en el tren y las puertas del vag贸n se cerraron tras ella. El tren se puso en marcha y Euria se sent贸 junto a la ventana. El sol le peg贸 en la cara y las l谩grimas no aguantaron m谩s en sus ojos.

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